El aire trancurría de forma tranquila a pesar de que el tiempo corría de manera extraordinaria. Las veletas que giraban en torno al viento estaban inquietas a pesar de la tenue brisa que entraba por los grandes ventanales del destino. Apesumbrado cogí la brisa y me la llevé a pasear por la mar; cuando hablé detenidamente con ella, me explicó el porqué no quería que brotara su fuerza. Ésta me dijo:
- Tengo tanta fuerza que podría acabar con vuestro mundo en poco tiempo, pero ver en primavera el campo florido y con vida, es irreversiblemente bonito, y no sería capaz de echarlo a perder todo: aunque me duela en el alma...
Las estrellas del mar se pararon a escuchar a la brisa y sufriron llantinas de emoción. El viento no volverá hasta que los frutos broten de las semillas del alba: "Gracias, brisa".