La tarde caía en penumbra,
el cielo era anaranjado esculpido en escarlata.
El crepúsculo de la noche entraba por su ventana,
Don Juan trajo su ramo y gritó a la luna su amor,
ésta le contestó con lo más hondo de su corazón.
Bailaron bajo las estrellas,
cuando asomaron sus estelas blancas.
El amor fluyó entre sus venas,
su piel cobró vida
y su corazón volvió a latir.
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