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Crucé mi mirada junto a la de un pobre que pedía limosna en mitad de la plaza de la ciudad. Las nubes seguían brillando por momentos mientras la fina lluvia cubría el suelo de un mar incesante y profundo. La plaza se inundó por momentos... Pero pronto el fuego brotó desde el cielo hasta el infierno. Me abracé a la primera persona que encontré a mi vera, aunque ésta fuera la hija del demonio. Ese síntoma de amor que arrastró el infierno acabó con mi vida; mientras que, la torre del reloj, alta y esbelta, contemplaba como el fin del mundo se acercaba a través de los canales de Venecia. La niebla se avecinó entre los cadáveres, cubriéndolos como una fina manta hasta que el alma acabó por asfixiarse, y así no llegar a la eternidad, entre las aguas de la ciudad... Todo fue un amor de infierno.
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