![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8NPJ2WVMgKb5fR4cdmOG7-OTcu_QXPpaLIDGCkmpBrCKaywU1LRke8qVWSYD6PXWit04DYmDDHSzfUCxISlFNKWHqJJ165nB7YL5C50PpnnDG_4HNQ1XCIt0xwnEhYauD-gpxBjm3yWs/s320/olas-mar.jpg)
Helada estaba la mañana de aquella primavera tal vez no escuchada, pero sí ensimismada en querer brotar flores y poder cubrir de ellas hasta el paraíso. Pero al invierno no le importó visitarla hasta quedarla sin amapolas ni margaritas, sin tulipanes ni lirios, sin rosas ni claveles, tan sólo un temido rugido frío del viento. La nevada se apresuró mientras me reflejaba en el cristal de mi ventana agrietando el cristal con mi mirada. Una espesa humareda gris me bloqueó la garganta, el mirlo agitaba sus alas con más fuerza que nunca agotándose mientras caía en volandas al fondo del lago. Eran tiempos extraños para la primavera y su mirlo.