Cuando crucé las puertas de la Alhambra, mi mente se tornó, todo era encantador. Estaba en una época distinta... Todo era extraño y aparecí de lleno en ese mundo soñado de aquel monumento. Sus columnas y aljibes saltaban a la vista por encima de mis cabellos, el profundo lago de la fuente principal me helaba el vello de los brazos. Paseé bajo la Luna y las estrellas, todo iluminado y excéntricamente pospuesto a un sueño. Aquello era un paraíso medieval nacido de las entrañas de Granada, tierra de España, tierra de nadie...
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